Debo grandísima parte del mundo imaginario que habito a la literatura. Y cuando detecto dentro de uno fuerza como para impulsar que siga creyendo en la belleza y la paz interior a manera de utopías artísticas, tiendo a evocar aquellos postulados que aparecen en la obra de Michael Ende. Sus novelas, “Momo” y “La historia interminable”, y sus colecciones de cuentos, “El espejo en el espejo” y “La prisión de la libertad”, marcaron al adolescente que fui un día y que nunca creció.
Cuando en el verano de 1995 conocí la noticia de la muerte del escritor bávaro –influido por el surrealismo casi en igual medida que por Rudolf Steiner y su antroposofía– sentí necesario rendirle un modesto homenaje a través de este ciclo de Nueve Estampas Naives, que la casa EMEC (Editorial de Música Española Contemporánea) decidió publicar gracias a los auspicios del pianista Guillermo González. Hoy escucharemos la última de dichas piezas, esa que trata de sonar como una irrevocable despedida, en su versión de saxo soprano y piano.
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