Texto de bienvenida:
Una palabra que definiese la vida de madres o padres, como de alumnas y de alumnos de un conservatorio, seguro que sería la de “compaginar”. Llevamos ese verbo también resonando quienes impartimos clase: crecemos con él tras años de avance gradual en la música y cábalas en la vida.
Logros como superar estudios de primaria y secundaria, en ocasiones de universidad, junto a las enseñanzas artísticas, disponiendo del apoyo de unos progenitores que solo en horas al volante, podrían completar un posgrado en educación vial, tiñen nuestra infancia y años de juventud, hasta el punto de que con frecuencia condicionan, además de nuestro destino académico, el afectivo.
Qué paradoja, que para dominar o al menos conocer a fondo la música, un arte construido y desplegado en el canal del tiempo, sea necesario renunciar al poco de que disponemos libre.
Justo eso hace que agradezca cuando llega un recreo en forma de Semana Cultural, porque consigue que caiga en la cuenta de que trascender las estrecheces del mundo material con la música, merece ser celebrado, al igual que compartido.
Guillermo Alonso Iriarte
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